Un Sol radiante se filtraba en la alameda
El arroyo fluía alegremente.
Endulzando en el reflejo tu mirada.
Y quisimos eternizar aquel instante.
En un árbol marcaste nuestros
nombres.
Y a su lado grabaste un corazón.
Traspasado en el centro por un dardo.
De fuego nuestros cuerpos se
impregnaron.
Y matamos el tiempo, jadeantes.
Mas allí quedó aquella mañana.
Nuestros nombres, que el Mundo los
mirase.
No volvimos jamás a aquel lugar.
Ni a disfrutar del Sol y su contraste.
Ni a recordar que bajo el chopo.
Dulcemente, me dijiste soy tu amante.
Lucía Serrano Pozo
( Bruma)
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