domingo, 27 de diciembre de 2020

LA ESPADA JUSTICIERA


Quiero, tejer una cobija

Que arrope toda la tierra.

Donde no quepan rencores.

Tampoco las malas yerbas.


Que los tramposos, la paguen.

Que nadie tuerza la cuerda.

Que devuelvan, los caudales.

Que ningún juez, los absuelva.


Que el rastro del criminal.

Tenga espada, justiciera.

Que pague por la lesión.

Que sufra, por lo que hiciera.


Mas es, un sueño imposible.

Porque la urdimbre, no es buena.

Que triunfan los malhechores.

Y al bondadoso, condenan.


Y soy yo, con mi estulticia.

La que va a sufrir, más pena.

Que el telar de mi suplicio.

 Sin perdón, entra en barrena.


Lucía Serrano Pozo.

( Bruma ) 

EN LAS GÉLIDAS NOCHES DE INVIERNO


En las gélidas noches de invierno.
Junto al hogaril, descansa el abuelo.
Remueve la lumbre, con unas tenazas.
Y con la triste mecha, de un candil.
Nos contaba cada noche un cuento.

Todos los hermanos, hacen parapeto.
El anciano preside un rincón,
del lar cual un reyezuelo.
En un sillón viejo con varios cojines.
Simulando sus dotes de mando
“pa” acolchar, su cuerpo.

Hay escasa luz, se rumia el silencio.
No se oye una mosca, 
ni el crepitar del fuego.
Y comienza a salir el relato de las, 
 
mientes longevas del  viejo
No se olvida nada, su senil cerebro.
  Y tú te imaginas como van saliendo.
Las imágenes locas, del cuento.

Como es su atuendo si hay ricos, 
 ropajes, si harapos mugrientos.
 Si brilla la Luna, si está, bruno el Cielo.
Si es linda la moza, si el doncel es feo.

Y te lo imaginas, tal cual quieres verlo.
Pero eso era antes tú, te hacías el cuento.
Ahora lo destripan y verás el relato,
 como quieran ellos.

Lucía Serrano Pozo.

( Bruma)

domingo, 6 de diciembre de 2020

AYER LE MIRÉ A LOS OJOS


Ayer le miré a los ojos.

Y él escondió la mirada.

Son sus espinas y abrojos.

Que en el alma se me clavan.

Lo que en su mirada vi.

Me heló sin decirme nada.

Y me di la media vuelta.

Sin articular, palabra.

Deambulé por los caminos.

Me encaminé hacia mi casa.

Atranqué todas las puertas.

Para no escuchar la aldaba.

Ni tampoco las falacias.

Que de su boca  escapaban.

Me taponé los oídos.

Que no aguanto más bravatas.

Y mirándome, al espejo.

Me di tan gran, regañina.

Que se enrojeció, mi cara.

Manda le al guano, pazguata.

Que ni el efebo más bello.

Merece de ti, una lágrima.

Y has derramado ya tantas.

Que tu manantial, se apaga.

Lucía Serrano Pozo.

(Bruma)