Y a los pies del morrillo, el alcornoque
estaba
Espigado y robusto, cuajadito de
ramas.
Color anaranjado, cuando sin corcha
estaba.
El revisaba todo. Es cual la aduana.
Si llevabas estiércol, si llevabas azada.
Si llevaba avíos, pa unas cuantas
semanas.
El camino es de piedras, el camino
resbala
Al subir la pendiente, la morriña te
atrapa.
Las bestias trastabillan, porque
van muy cargadas,
que a pesar del estiércol, yo también
voy montada.
Y en la cima del puerto, una Virgen postrada
Esculpida en la piedra, te saluda y te habla.
Ella nos anima, ella, nos da calma,
Ella nos dispone para la bajada,
Porque la pendiente, te asfixia, te cansa.
Haces alto un instante, llega, la
bajada.
Arrollando las piedras, que la
pendiente arrastra,
Cual una culebra. Y en menos de nada.
Dando trompicones, te has dado de
bruces.
Con unos cercados, donde está mi
huerta.
Es una campiña llena de frutales
Y con manantiales de aguas muy
frescas
Allí resplandece mi edén, el Regajo Lobo.
Luego está la vuelta, con todo
trocado.
La bajada es cuesta, la cuesta es
bajada.
Mas la virgencita, sigue arrodillada.
Sigue dando fuerzas, sigue dando
calma.
Y el viejo alcornoque sigue en la
aduana.
Viendo lo que llevas en las aguaderas.
Pepinos, tomates, frutas de la
tierra.
Que van bien cargadas, para los
amigos.
Que quieran comer, contigo de ellas.
Pero el Alcornoque, sigue en la aduana,
Nunca dice nada… mas siempre vigila.
Con miles de ojos que albergan sus
ramas.
( Bruma )
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